Los rebollares
A medida que ascendemos desde el fondo del valle, dejando atrás el bosque de galería y las dehesas, nos encontramos con bosques cuya especie principal es el roble melojo (Quercus pyrenaica), una especie caracterizada por mantener las hojas ya secas en las ramas hasta la primavera, lo que proporciona un colorido extraordinario, especialmente en otoño e invierno. Este tipo de hojas se denominan marcescentes pues (tras haber cumplido su ciclo vegetativo) permanecen en el árbol hasta el mes de marzo, coincidiendo con la salida de las nuevas hojas. Un mecanismo de protección frente a los herbívoros, a los que disuade de alimentarse de las ramas y brotes que, a consecuencia de la permanencia de las hojas, resultan muy poco sabrosas.
Tradicionalmente los rebollares se talaban para la obtención de leña y carbón vegetal, motivo por el cual, a excepción de algunos ejemplares, no han llegado a desarrollar un gran tamaño. No obstante solían respetarse algunos ejemplares que además de proporcionar sombra a los carboneros, servían para obtener bellota y suministrar madera para puentes y tejados. Especies como el gato montés, la gineta, el corzo y el jabalí, así como águilas ratoneras y calzadas, encuentran su acomodo en este rico ecosistema.